La reducción del presupuesto para el apoyo a la repatriación es inaceptable
Marina Rozenberg-Koritny, Presidente del Departamento de Promoción de Aliá de la Organización Sionista Mundial

Israel está pasando por tiempos difíciles. Después de la tragedia del 7 de octubre de 2023, cuando alrededor de 7000 terroristas ingresaron a Israel, matando a 1182 personas, hiriendo a más de 4000 y secuestrando a 251 rehenes, el país se enfrenta a desafíos sin precedentes: militares, económicos, sociales. El presupuesto está al límite, y los recortes han afectado a muchas áreas. Pero hay direcciones donde recortar la financiación no es solo un error, es un golpe al corazón de nuestro estado. Uno de esos campos es el apoyo a la repatriación.
Los judíos en la diáspora están desconcertados. Incluso en países que nunca se asociaron con el antisemitismo, como Suiza, la gente comienza a preguntarse: «¿Y ahora qué?». ¿Qué decir de Francia y el Reino Unido, donde la policía aconseja a los judíos no llevar kipás y no mostrar su identidad nacional? ¿O de los Países Bajos, donde la policía se niega a proteger los sitios judíos «por razones morales», y los participantes en un ataque masivo contra aficionados israelíes en Ámsterdam se salieron con sanciones ridículas? En Bélgica, un tribunal penal absolvió al escritor Herman Brusselmans, quien declaró abiertamente que quería «clavar un cuchillo afilado en la garganta de cada judío que se encuentre». Estos no son casos aislados, es la nueva realidad con la que se enfrentan los judíos en todo el mundo.
Israel fue creado como un refugio para cada judío, sin importar dónde viviera. Esto no es solo una frase bonita de los libros de historia, es nuestro deber, nuestra misión. Pero no podemos esperar a que las amenazas se materialicen, a que las familias tengan que huir, dejándolo todo atrás. La gente debe saber que en Israel siempre son bienvenidos, no solo cuando el peligro llama a su puerta. La repatriación no debe ser una operación de rescate al borde de la catástrofe. Es un trabajo metódico: ayudar a los judíos a mirar hacia su futuro aquí, ver las perspectivas, sentirse deseados.
Permítanme dar un ejemplo. Recientemente organizamos el maratón de Zoom «Juntos con Israel: el camino a casa». Miles de judíos de diferentes partes del mundo se inscribieron. El interés en Israel es enorme, y las preguntas que nos hacen dicen mucho. No es mera curiosidad, es la búsqueda de respuestas: «¿Cómo puedo comenzar una nueva vida? ¿Qué espera a mi familia?». Las clases de hebreo que nuestro departamento organiza en diferentes países también están rompiendo récords. Con cada año escolar, el número de personas que desean aprender el idioma aumenta. La gente no solo quiere aprender hebreo, quieren ser parte de Israel.
El sionismo es más relevante que nunca. No es una ideología obsoleta, sino una fuerza viva que conecta a los judíos con su hogar. Pero este vínculo no se puede mantener solo con palabras, se necesitan recursos, programas, personas en el terreno. Recortar el presupuesto para la repatriación no es ahorrar, es renunciar al futuro. No podemos permitirnos abandonar a aquellos que miran a Israel con esperanza.
Sí, la situación es complicada. La guerra, la recesión económica, los problemas internos, todo requiere dinero. Pero recortar el apoyo a la repatriación significa socavar lo que Israel representa. No son solo números en los informes. Son las vidas de las personas que quieren estar con nosotros. Es nuestra oportunidad de fortalecer el estado, hacerlo vivo y fuerte.
Golda Meir dijo una vez: «Queremos vivir. Los enemigos quieren vernos muertos. Eso no deja mucho espacio para el compromiso». Hoy, sus palabras suenan como un recordatorio: el compromiso con el futuro es inaceptable. Como Presidente del Departamento de Promoción de Aliá de la Organización Sionista Mundial, estoy convencida de que trabajar con los repatriados debe seguir siendo una prioridad. De ello depende no solo su vida, sino también la nuestra. Recortar el presupuesto para la repatriación significa debilitar a Israel en el momento en que debe ser más fuerte que nunca. No tenemos el lujo de permitirnos eso.