El muro invisible: cómo el antisemitismo se apodera de las oficinas británicas
En una de las oficinas de Londres, un gerente, susurrando, le dijo a un colega: «Otra vez esos con su Israel». En otra, dejaron de invitar a un profesor universitario a discusiones departamentales después de que expresó su oposición a las analogías nazis dirigidas al estado judío. Estos episodios no son la excepción, sino parte de un patrón alarmante.

Una reciente encuesta del Consejo de Diputados Judíos Británicos y la organización Work Avenue muestra: dos tercios de los empleados judíos en Gran Bretaña sienten antisemitismo en su lugar de trabajo. Y no se trata de eslóganes en las paredes o gritos en las manifestaciones, sino de susurros en la sala de fumadores, evitaciones, sanciones informales. Se trata del silencio, que suena más fuerte que las palabras.
«Empecé a dudar si se puede ser judío y parte de este equipo al mismo tiempo», confesó uno de los encuestados de la encuesta, que trabaja en el sistema de salud.
Este sector lideró en número de incidentes mencionados. Le siguen la educación y el negocio editorial. Donde uno esperaría que prevaleciera el pensamiento crítico, cada vez más domina la presión social y el miedo.
Los sindicatos, alguna vez bastiones de solidaridad, resultaron ser una fuente inesperada de alienación. El informe indica que el 32% de los empleados judíos se sienten ajenos en ellos. La retórica antiisraelí se ha vuelto la norma, y las líneas entre la crítica política y el rechazo de la identidad se desvanecen.
Después del 7 de octubre de 2023, la situación se agravó drásticamente. Un estudio de Pearn Kandola mostró que el 80% de los trabajadores judíos enfrentan microagresiones: frases, miradas, pinchazos invisibles pero dolorosos. Los colegas, por lo general, no son conscientes del efecto de sus palabras y gestos, y la dirección prefiere «no intervenir».
En este contexto, los datos de una encuesta de Campaign Against Antisemitism son particularmente alarmantes. Según ella, solo un tercio de los judíos británicos cree que su comunidad tiene un futuro en el país, y la mitad de los encuestados ha considerado la posibilidad de emigrar en los últimos dos años debido al creciente antisemitismo. Esto no es simplemente insatisfacción, es una sensación masiva de que el país se está alejando.
El antisemitismo hoy en día no es un grito, sino una omisión. No es un despido, sino la falta de una invitación. Es una mirada que dice: «No estás con nosotros». Se infiltra en la vida cotidiana, haciendo de la identidad judía algo que es mejor no anunciar.
Cuando dos tercios se sienten ajenos en sus equipos, esto no es un «problema de la minoría». Es un síntoma. Una enfermedad no solo de la comunidad, sino de la sociedad, que guarda silencio cuando debería hablar. Y si esto no se escucha, mañana el silencio será de todos.
Por eso es crucial que tales estudios se escuchen alto y claro. No como estadísticas, sino como una alarma urgente. Porque cuando dos tercios sienten hostilidad, ya no es un «problema de la minoría». Es un diagnóstico del sistema entero.